Llega el calor y con él, una sensación tan familiar como desagradable: al final del día, no caminas, más bien arrastras las piernas, que pesan como dos pilares de cemento. ¿Te suena? Seguro que si.
Es una experiencia muy común –afecta al 80% de las mujeres, pero también a muchos hombres– que suele ir acompañada por calor, hormigueo, calambres e inflamación en la zona de los tobillos.
El origen del problema está en que las venas de esta zona tienen ciertas dificultades para enviar la sangre de retorno desde las piernas al corazón. Esto provoca que el equilibrio de líquidos se altere y se acumulen hasta convertirse en un edema, es decir, en tobillos y piernas hinchados. Además del calor, el sobrepeso, los problemas circulatorios, algunos fármacos –anovulatorios o corticoides– y la ingesta excesiva de sal son salvoconductos perfectos para experimentar en toda regla el síndrome de piernas cansadas.
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